Caperucita Roja

2 Jul

«Las cosas podían haber sucedido de cualquier manera y, sin embargo, sucedieron así…» (Miguel Delibes.- El camino)

Caperucita era una joven muy activa y generosa. De aspecto juvenil, gustaba de vestir ropa confortable y moderna, nunca extravagante, y peinar, eso sí, unas hermosas trenzas pelirrojas de las que estaba muy orgullosa. Incapaz de estarse quieta, además de llevar sus estudios avanzados y con gran aprovechamiento estaba implicada en multitud de causas de voluntariado solidario.

De natural afectuoso volcaba su cariño en la atención y cuidado de su abuela. Los tiempos pasados que tanto dificultaron los contactos personales, y que habían afectado de especial manera a las personas mayores, la tenían disgustada, por eso ahora procuraba esforzarse aún más en esas atenciones visitándola a diario, y estando pendiente de proveerla de todo cuanto le fuera necesario. Además últimamente veía a su abuela algo nerviosa, y eso la tenía preocupada.

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Afortunadamente la ciudad en la que vivían era de pequeño tamaño, no había grandes distancias, lo que le permitía que esas visitas fueran diarias. Además la casa de la abuela estaba en medio de un precioso bosquecillo que hacía más agradable el paseo, sobre todo en días como aquel de cielo azul y sol resplandeciente, y en os que los árboles proporcionaban una agradable brisa que evitaba el calor.

Iba sumida en estos pensamientos cuando escuchó que alguien se dirigía a ella:

-Buenos días, Caperucita. Donde vas tan pensativa?

Era D. Ramón, el director de la oficina bancaria a la que ella y su abuela tenían confiados sus ahorrillos. D. Ramón era un hombre mayor, no debía faltarle mucho para jubilarse, máxime en una actividad, la bancaria, en la que tanto se prodigaban los reajustes de plantilla y las prejubilaciones.

De porte serio y vestimenta convencional en la corbata exhibía los colores de la entidad. Siempre había sido muy correcto con su abuela y con ella. Pero había algo en su mirada que le restaba empatía. Los diálogos siempre eran protocolarios y ceñidos a los temas comerciales, y cuando se salían de ellos su interés parecía desvanecerse. Nunca un comentario personal más allá de lo que marcaba la estricta y más elemental educación.

En definitiva, nada tenía Caperucita en contra de D. Ramón, pero tampoco podría decirse que fuera santo de su devoción. En cualquier caso, como no podía ser de otra manera lo saludó con la máxima cortesía.

-Perdón, D. Ramón, iba ensimismada pensando en las compras que debo hacer para la abuela. Voy a visitarla, y me gusta llevarle todo lo que pueda necesitar. Y el caso es que últimamente le gusta mucho la miel para añadir a la leche. Siempre me la encarga, pero ahora, con la crisis de las abejas, está a veces muy escasa, difícil de conseguir. En eso pensaba, ¿donde la compraría?. Y usted, D. Ramón ¿qué hace por esta zona?.

-Pues casualmente también voy a ver a tu abuela. Hay algunos aspectos de su cuenta corriente que me preocupan un poco, y quisiera, si es posible, como siempre ayudarla. ¿Quieres que te acompañe?. ¿Quieres que vayamos juntos?.

-Gracias, D. Ramón, pero como le digo he de hacer compras por lo que creo que me retrasaré un poco. Pero, dígame, ¿es preocupante lo que me cuenta de mi abuela?. Hasta donde yo sé, y ya sabe que me tiene como asociada en su cuenta, es una mujer muy ahorradora y organizada.

-No, no te preocupes, Caperucita, meros tecnicismos, pero ya sabes que a mi me gusta ayudar en lo que pueda a mis clientes, y a tu abuela, sobremanera -exclamó D. Ramón, haciendo manifiestos esfuerzos para mostrar una voz suave y tranquilizadora.

De cualquier manera a Caperucita le sonó a una respuesta impostada, y le hizo pensar que tenía que ocuparse de ese asunto en su momento. Pero también pensó que cada cosa a su tiempo, y ahora la tarea era la compra, lo que además le permitía excusar la compañía de D. Ramón, que en verdad no le apetecía especialmente. Así pues, cada uno siguió su camino independiente.

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Un rato más tarde, concluidas las compras, Caperucita se dispuso a disfrutar al máximo el paseo a través del bosque. El suelo era mullido y de fácil caminar, multitud de árboles proporcionaban una acogedora sombra, y el sol atravesando sus ramas movidas por la brisa componían un bonito juego de luces que embellecía y hacía brillar aún más los colores de sus hojas. Los sonidos del canto de los diferentes pájaros proporcionaban una muy alegre melodía. Siempre que pensaba en esos pequeños hechos cotidianos de los que muchas veces no llegamos a percatarnos pero que representan tesoros en nuestras vidas, Caperucita rememoraba sus paseos por aquel bosquecillo.

Estos pensamientos llevaba cuando se dio cuenta que se le había pasado el tiempo de forma imperceptible, pues estaba ya llegando a casa de su abuela. Pero en este punto la alegría se tornó en preocupación. De la casa surgían ruidos de discusión. D. Ramón daba grandes gritos en un tono desabrido y la abuela parecía sollozar.

-Qué está pasando aquí ?-exclamó Caperucita tras cruzar el umbral de la vivienda, al tiempo que se dirigía a darle un beso en la mejilla a su abuela.

-Nada, hija, nada. No te preocupes, D. Ramón me explicaba alguna cosa sobre mi cuenta corriente que cree que podría ser ventajosa para mí. Cuanto me alegro por tu visita. Qué cariñosa eres, Caperucita, y cuanto te lo agradezco -decía al tiempo que trataba de disimular la lágrima que se deslizaba desde uno de sus ojos.

La cara de D. Ramón cambió al instante, adoptando una de esas melifluas sonrisas en las que es fácil adivinar la artificialidad, lo mismo que su voz.

-Cierto, Caperucita, nada de que preocuparse, pero como te dije cuando nos encontramos hay algunos aspectos que creo que podrían beneficiar a tu abuela. Su cuenta corriente en estos momentos está correcta, pero con la inflación y la actual deriva de los mercados pudiera ocurrir que en 2 ó 3 años estuviera un poco justa, y ya sabemos que con el paso del tiempo los mayores pueden tener mayor necesidad de atenciones y servicios. Por eso le explicaba que existen algunos productos bancarios ventajosos que podría aportarle fáciles ganancias que cubrirían desahogadamente esas alternativas.

Hizo una pausa y le pasó una serie de folletos a Caperucita.

-Mira, estos serían unos ejemplos. Estúdialos tú también y así los podéis comentar entre la dos -concluyó.

A Caperucita su amiga Circe le había enseñado el arte de adivinar que animal se encierra en cada una de las personas, y no cabía duda de que D. Ramón era un lobo, así que haciendo acopio de toda su serenidad y su calma se puso a revisar los papeles que le tendía.

Cuando hubo acabado comprendió que eran maniobras financieras sumamente complejas y de alta volatilidad, pero además sus resultados solo podrían ser consultados informaticamente y durante periodos de tiempo extraordinariamente breves. Aunque lo más inquietante de todo es que en caso de resultados negativos en las operaciones la responsabilidad de las mismas eximía al banco e iba contra la vivienda de la titular, pudiendo llegarse incluso al desahucio por parte del banco.

Una ola de indignación inundó el interior de Caperucita que quiso contar hasta diez para serenarse y darle a D. Ramón una respuesta adecuada y enérgica, sin irse por las ramas.

-D. Ramón, mi abuela y yo le estamos muy agradecidas por las gestiones realizadas hasta ahora, pero creo que en esta ocasión se ha pasado usted con unas pretensiones que de forma suave calificaríamos de inaceptables. Le agradecería se fuese de esta casa, y considerase haber tenido suerte que no están por aquí los leñadores, pero no tiente la suerte ni estire la cuerda, porque en alguna ocasión podría encontrarse con ellos.

D. Ramón palideció por más que tratase de ocultar su ira, pero percatándose de la determinación de Caperucita comprendió que lo mejor sería irse para nunca más volver.

... y colorín, colorado.

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7 respuestas to “Caperucita Roja”

  1. Manu Merino julio 2, 2021 a 1:44 pm #

    Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.

  2. M.B. Tanis julio 2, 2021 a 3:51 pm #

    Excelente relato. Felicidades.

  3. publiolorenzana julio 3, 2021 a 11:18 am #

    Caperucita da para mucho. Es una chica estupenda…

  4. Jose Luis Sampedro Ruiz julio 6, 2021 a 6:53 pm #

    ¡Bravo! Magnífica crítica, muy merecida además, a los lobos que ya ni siquiera se disfrazan de cordero. Enhorabuena por esta sorprendente y deliciosa serie de cuentos.

  5. libreoyente julio 6, 2021 a 7:11 pm #

    Gracias por tus amables palabras. Además mis personajes están perdiendo el miedo a la química gracias a tu estupendo blog. Un abrazo.

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