Bendita rutina.
Frases que cuando se emiten en sentido positivo van cargadas de alegrías y de buenos momentos que son un regalo del destino. Sé que desgraciadamente no siempre puede ser así, por eso son más de valorar y agradecer.
Pues bien, el caso es que un año más por estas fechas cumplo con mi rutina de visitar Gijón, y en concreto su Feria de Muestras.
La rutina incluye una comida previa y sosegada en el Parador Nacional «Molino Viejo». Nunca me defraudan ni su cocina ni, sobre todo, la extraordinaria amabilidad de su personal, que sirve para realzar aún más sus calidades gastronómicas y el encanto del entorno. Mi gratitud para ello/as.
Tras el café, la acostumbrada visita a la siempre interesante exposición del stand de la Fundación Masaveu.
Este año el trayecto se ve agradablemente alterado. El Gobierno del Principado de Asturias también dedica su pabellón a las artes plásticas. Principado de Asturias, Principado de Arte es su título, y tiene por objetivo dar visibilidad a los cinco equipamientos que conforman el pentágono del arte en nuestra Comunidad, a saber el Museo de Bellas Artes de Asturias, el Museo Barjola, la Sala Borrón, la Laboral Centro de Arte y Creación Industrial, y el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer. De entre todos ellos acoge una selección de obras de veinte artistas asturianos y contemporáneos.
Creo que es obligado citarlos: Pablo Armesto / Juan Barjola / Carlos Coronas / Paco Fernández / Francisco Fresno / Ángel Guache / Ramón Isidoro / Kely / Eugenio López / Manuel Rey-Fueyo / Ricardo Monjardín / Hugo O’Donell / Vicente Pastor / María Peña / Guillermo Simón / Gabriel Truán / Javier Riera / Avelino Sala / María Castellanos y Alberto Valverde.
No están todos los que son, pero sí que son todos los que están. Tenemos la serena elegancia totémica de Ricardo Monjardín, la fuerza colórica (sic) de Vicente Pastor, el atrevimiento tecnológico de Carlos Cadenas o la sutil delicadeza de Kely, por citar solo alguno de los ejemplos. Para verlos a todos, acudir a la página web de la exposición , de excelente factura, que además enlaza con algunas de las de los propios artistas.
No cabe duda de que el espectador tendrá materia de reflexión y de deleite, cada uno según sus gustos, en el ámbito del arte contemporáneo.
Feliz iniciativa a la que deseamos continuidad en mayor o menor medida, y si pudiera ser, combinada con otros aspectos artísticos, no solo plásticos, de nuestra Comunidad (literatura, música, arquitectura, etc.).
Por poner algún «pero», que parece que si no, uno no queda conforme, echamos de menos un «folletito» en soporte papel, como ahora se dice, un poco más amplio, con alguna mínima reseña sobre los autores y la obra.
Y a continuación a la que sí está felizmente consolidada, la de la Corporación Masaveu, en este caso ya en su vigésima edición, y esta sí que con un más que aceptable folleto, con dirección artística de Luis Antonio Suárez Fernández.
Lleva por título Nuestra gente, y según el contenido del citado folleto pretende ser …un reconocimiento a la aportación de miles de trabajadores que han pasado por la empresa desde hace 177 años creando valor y prestigio…, y que como dice otro párrafo del citado texto …ha(n) sabido estar a la altura de las circunstancias con total responsabilidad…
Me gustaría estar seguro de que este homenaje verbal, que se ve ilustrado por un buen número de fotografías y exposición de objetos laborales, siempre corrió paralelo a unas justas condiciones laborales y salariales. No soy quien ni tengo datos para analizar este aspecto.
En lo que a la exposición pictórica se refiere, y continuando con esa línea discursiva, la obras expuestas abordan el tema de las actividades laborales cotidianas desde el punto de vista del realismo social que parte de la segunda mitad del siglo XIX, y por artistas que si no los 6 son asturianos, sí tienen al menos una gran relación sentimental con Asturias. También no es menos cierto que 4 de ellos presentan una gran carga nostálgica, cuando no crítica en la obra expuesta.
En relación con lo anterior, señalar que en un folleto cuidado como este, y como son siempre todos los de las exposiciones de este pabellón, en este caso se cuela un gazapo. Juan Martínez Abades no nació, ni tan siquiera le nacieron en Madrid. Es asturiano de cuna, y de sentimiento, nacido en Gijón, ciudad en la que muy merecidamente tiene una calle en su recuerdo, por cierto no lejos del Recinto Ferial donde se realiza la exposición a la que nos estamos refiriendo, y al Parador «Molino Viejo», lugar de mi solaz previo.
El cuadro presentado de este autor lleva por título Pescador apoyado en una barca, y es de 1902, mostrándonos esa mezcla de melancolía, tal vez tristeza ante los nuevos tiempos de industrialización que parece vislumbrarse al fondo, o simplemente descanso sosegado tras la faena, como el pescador del famoso cuento.
Adquirido, como nos relata el catálogo, en Sotheby’s en 1988, es la primera vez que se expone en público, ocasión por tanto importante de una obra cuyos datos son difíciles, al menos para mí, de rastrear, incluso en páginas muy completas a cerca del autor.
Otra obra de similar temática, los trabajos marineros, y que pudiera sugerir parecidas reflexiones, es Pescadores en el puerto de Bilbao, de Enrique Martínez-Cubells. Este autor, si bien de nacimiento madrileño, tuvo una importante vinculación con Asturias, tanto por amistades personales como por su obra (El viático en la aldea, Puerto de Cudillero)
Otra temática asturiana, abordada con dos obras de gran importancia y de hondo calado psicológico y de análisis social, es la minería.
El gran Evaristo Valle nos muestra Faena carbonera, de 1929, en la que unos seres despersonalizados y doblegados por las circunstancias, en un ambiente de colores oscuros y sin horizonte, tratan de arañar del fango unas migajas de carbón que puedan vender. Obra que Francisco Zapico,en un muy detallado análisis social de la vida y obra del autor, no duda en adjetivar como …auténtica obra maestra…., estudiándola junto con Faena del carbón y Encuentro en lo alto.
Aún resuenan en mi memoria los ecos de contemplar como, en una aldea costera de la desembocadura del Nalón en la que pasaba los veranos de mi infancia, una muy humilde familia numerosa recogía, en un trabajo más que sacrificado y no exento de peligros, los restos de carbón arrastrados desde los lavaderos, río arriba, y devueltos a la playa por las mareas. Una vez separados de la arena eran vendidos, para así complementar el muy exiguo salario del cabeza de familia.
No menos impresionante, expresiva y psicológicamente es Minero asturiano (1964) del entrañable Mariano Moré Cors
Por cierto, que otra de sus obras, con similar temática y mensaje, el excepcional Niño de la Cuenca será la Obra Invitada del Museo de Bellas Artes de Asturias, procedente de la Fundación Alvargonzález.
Tras los temas arriba señalados, no podía faltar la referencia a la industria y al proceso industrializador, aspecto que será abordado por dos artistas también asturianos, como son Magín Berenguer Alonso y Pelayo Ortega.
El primero, con su obra Trabajadores de la industria sobre esa dualidad, unas veces en convivencia, otras veces en confrontación, del trabajo artesanal, con reminiscencias campesinas, y de la plena industrialización, de las factorías y las máquinas. Tema este tan querido a otros literatos asturianos como Clarín (Adios, Cordera) o Palacio Valdés (La Aldea perdida).
Magín lo expresa plásticamente con un recurso compositivo geometrizante (sic), como son dos planos distintos, a modo de franjas diferenciadas.
Pelayo Ortega nos ofrece Fábrica de cementos de La Robla, de fecha tan cercana como 1988, profundizando también en el binomio tradición-modernidad, fórmula, la del diálogo binomial, que reitera entre figuración y abstracción, también dentro de una estética muy geométrica, y con una referencia al entorno y la naturaleza.
Por último, el malagueño Daniel Quintero nos ofrece Retrato de Don José Masaveu Masaveu, de 1995, retrato de una composición perfectamente estructurada, tanto en lo escenográfico, con el fondo de la fábrica, como en lo simbólico, , figura central del personaje, en presentación de primer plano, sillón y plano en la mano dcha, y con una aproximación psicológica a la figura, mirada penetrante, serenidad, determinación.
En resumen, cumplimiento con una tradición personal, que en lo individual significa una vez más un canto agradecido a la vida, y en lo colectivo, una oportunidad para reflexionar a través del arte de nuestra realidad social.